viernes, 19 de junio de 2009

Morir en la pavada, un cuento del Padre Mamerto Menapace

Una vez un catamarqueño encontró entre las rocas de las cumbres un extraño huevo. Era demasiado grande para ser de gallina. Además hubiera sido difícil que este animal llegara hasta allá para depositarlo. Y resultaba demasiado chico para ser de avestruz.
No sabiendo lo que era decidió llevárselo. Cuando llegó a su casa, se lo entregó a la patrona que justamente tenía una pava empollando. Viendo que más o menos era del tamaño de los otros, fue y lo colocó también a este debajo de la pava clueca.
Dio la casualidad que para cuando empezaron a romper los cascarones los pavitos, también lo hizo el pichón que se empollaba en el huevo traído de las cumbres. Y aunque resultó un animalito no del todo igual, no desentonaba del resto de la nidada. y sin embargo se trataba de un pichón de cóndor. Sí Señor, de cóndor, como usted oye. Aunque había nacido al calor de la pava clueca, la vida le venía de otra fuente. El bichito imitó lo que veía hacer. Piaba como los otros pavitos, y seguía a la pava grande en busca de gusanitos, semillas y desperdicios. Vivía en el gallinero. De noche se subía a las ramas del algarrobo por miedo de las comadrejas y otras alimañas. Vivía totalmente en la pavada, haciendo lo que hacían los otros pavos.
A veces se sentía un poco extraño. Sobre todo cuando tenía oportunidad de estar a solas. Pero no era frecuente que lo dejaran solo. El pavo no aguanta la soledad. Es bicho de andar siempre en bandada, sacando pecho para impresionar y respondiendo ante quien los impresiona, con una sonora burla. Cosa muy típica de estos pajarones, que a pesar de ser muy grandes, no vuelan.
Un mediodía de cielo claro y nubes blancas, nuestro animalito, quedó sorprendido al ver unas extrañas aves que planeaban majestuosas, casi sin mover las alas. Sintió como un sacudón en lo profundo de su ser. Sus ojos acostumbrados a mirar siempre el suelo en busca de comida, no lograba distinguir lo que sucedía en las alturas. En su corazón se despertó una nostalgia poderosa.

Pero en ese momento se le acercó una pava preguntándole lo que estaba haciendo. Se rió de él cuando escuchó su confidencia. Le dijo que era un romántico, y que se dejara de tonterías, porque se hacía tarde y debían buscar frutita madura y gusanos para el almuerzo.
Desorientado el pobre animalito siguió a su compañera que lo devolvió a la pavada. Retornó su vida normal, siempre atormentado por una profunda insatisfacción interior que lo hacía sentir extraño.
Nunca descubrió su verdadera identidad de cóndor. Y llegado a viejo, un día murió. Sí, murió en la pavada, como había vivido.


¡ y pensar que había nacido para las altas cumbres !

12 comentarios:

escuela dijo...

Para reflexionar...

¿Qué sueño estoy postergando?

¿Qué cosas me están atando a una vida sin vuelo?

¿Por qué es difícil dejar de vivir en la pavada?

Ala dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ala dijo...

HERMOSO!!! PARA REFLEXIONAR Y PENSARSE UNO MISMO. DESPLEGUEMOS LAS ALAS ANTES DE MORIR EN LA PAVADA. DESPUÉS SERÁ TARDE.

Agustina romero dijo...

Gracias por el cuento

Agustina romero dijo...

😎

Unknown dijo...

Q enseñanza le dejó ??

Unknown dijo...

Es hermoso el relato 😍😍😍😘

Unknown dijo...

Owo

Anónimo dijo...

esta muy bueno!:)

Unknown dijo...

Muy bueno 😎 peroo... AGUANTE FORTNITE

Anónimo dijo...

me pican las mmm patas

Unknown dijo...

¿Que oraciones unimebres y bimembre hay?no entiendo esa pregunta